Hay quienes no
pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo
sin agua, en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin
libros.
Jorge Luis
Borges
La televisión lo consiguió. A pesar de los esfuerzos
de los intelectuales, de sus textos, ensayos, y hasta sus siniestros
razonamientos, parece ser que a nadie le gusta leer. La gente no lo hace aunque
su vida dependa de ello.
Han salido múltiples argumentos con similares
premisas donde se expresan la preocupación por esta nueva Era, la cual prefiere
un control remoto, o el click de distancia que hay a cualquier plataforma que
un clásico de la literatura, o simplemente a unas cuantas páginas en sus manos.
Todos están en crisis, los jóvenes no se interesan, los políticos no ponen de
su parte, y los intelectuales se amargan día a día.
La encuesta más reciente es del Módulo de Lectura
(MOLEC), levantada por el INEGI, la cual declara que en promedio el mexicano
adulto lee 3.8 libros al año, lo cual contrasta de manera impactante con los 47
libros que los finlandeses leen en promedio. La diferencia es estratosférica.
Por supuesto no se puede negar el gran fallo que hay en el sistema. Se está
fracasando en cada paso que damos en contra de este enemigo que cada día es más
tangible: la ignorancia.
Los grandes errores que se han cometido en esta
infalible lucha, es atribuir a la lectura una cura infalible en contra de la
brutalidad. Por leer un libro, las personas no se van a trasformar en lo que no
son, no va a ser la utopía de salvación que todos esperamos. Ayudaría, de eso
no cabe la menor duda, pero tampoco es el milagro esperado que cambiará todo
solo al leer un renglón de un libro, como ingenuamente se ha creído.
Asimismo, no se puede obligar el gusto a la lectura,
no se puede clasificar qué libros se deben leer y cuáles no, no es posible que
se levante el ego de una persona simplemente porque se leyó un título que la
sociedad reconoce como una obra de arte, o que se nos den listas dictando a los
mejores y peores libros, pues se estarán demeritando títulos y enalteciendo
otros. Así no funciona, no se puede imponer un título como tampoco se puede
hablar de amor obligado.
Tal como dice Borges, no existen personas a quienes
no les guste la lectura, más bien no han encontrado al autor que escriba para
ellos. La magia de transportarte a otro mundo, a otras épocas, a nuevas
aventuras, a reflexiones que jamás habían pasado por tu mente, pero que sin
embargo te hacen rescribir todo lo que creías saber o haber pensado, ese tipo
de pericia quiméricas son un placer que pueden deleitar a todos, pero no todos
podemos viajar a través de las mismas páginas, y de los mismos autores.
Esta es la belleza de la lectura, que siempre habrá
un libro esperando por ti, y que nunca se repite la misma experiencia. Todos lo
vivimos diferente, simplemente porque todos somos diferentes, y porque hemos
recorrido distintos caminos. Entonces, si un libro te aburre, está bien,
solamente elige uno nuevo, y no te impongas títulos construidos por una
sociedad que homogeniza nuestros pensamientos y hasta sentimientos.
En este segmento se estará escribiendo de diversos
libros, los cuales no todos tienen porque gustar, aunque sí es recomendable que
se lean, se degusten, se intenten disfrutar. Así se comenzará a saber cuál es
el estilo de cada uno, las preferencias, y se podrá encontrar a ese autor que
escribe para uno, para nuestro deleite.
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